jueves, enero 06, 2011

Berlin, Uma, y la chica que me ayuda a empujar el flan (Primera parte)

"Eran casi las doce de la noche, es decir, la hora de las uvas. Claro que en ese país donde nos encontrábamos no sabían de tradición, la cambiaron hace tiempo por algo llamado libertad. Mi amiga que esa noche y el resto de mi vida estaba sentada a mi izquierda, se acordó del día que nos conocimos. Como siempre, disimulé para que mis vidriosos ojos pudieran esconderse. Cuatro rusos, una coreana, y un par de españoles brindaron en una mesa fantasma por el 2011, escucharon los fuegos y la guerra de fuera, se acordaron de sus seres queridos en silencio, sintieron algunos ecos. El chico modelo de la cena dijo que sólo sacaba fotos en analógico. No quise decirle nada, parecía muy feliz. Al fin y al cabo era la primera noche del resto de nuestras vidas. 
Debo confesar que me gustaría quitarle la flauta a ciertos niños con trajes chinos, como hizo Bob, y sentirme bien siendo poco amable y destructora de la pésima verdad, de los sabios cerebros, de las falsas conciencias y los métodos sin humor. Siempre creí que hay gente que jamás aprende a reír de verdad. Sí, creo que todos ellos son unos destructores del espíritu. Pero yo sigo creyendo en el amor.
Este año no hubo uvas ni rojas prendas, mi nuevo amor me dijo que no hacía falta. Mientras comíamos el postre mi vieja amiga dijo que me necesitaba, me pidió que no me vaya, me rogó que vuelva. Yo respondí con mi cuchara, le ayudé a coger el último trozo de flan del plato. ¿Es que acaso no puede quedar más claro? Más tarde entré en una casa sin papeles, sin dueños, sin luz ni gas, llena de almas, llena de color, llena de amor. Tuve un poco de miedo. Cuando volví al hogar de los techos altos me faltaban algunas plumas pero tenía un nuevo pensamiento desbordante: empezaba a creer en las primeras noches. 
Uma durmió conmigo y me entendió bien. 
Compré un viejo pasaporte del Este al Oeste de un señor por tres euros.
Inventé una historia alrededor de ello.
Estoy enamorada de ese recuerdo inventado.
La ciudad me quitó los zapatos y el frío, y me acurrucó suavemente, puso delante de mí un cuadro nuevo, un par de ideas claras y otras cientas difusas. Todo, absolutamente todo, aparecía ante mi de una forma resplandeciente y brillante..."

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