martes, noviembre 20, 2012

Instrucciones para la memoria: Breve comentario



Voy dejando pequeñas notitas de papel en todas partes. En cada recoveco de mi habitación, en cada bolsillo. No creo que mi mente llegue a fallar de tal manera como para justificarlas, pero mi físico las necesita para reforzar sus pasos. Para volver o para seguir. Qué importa. Cada una de estas notas se compone de frases cortas, breves, memorándums de algún desquicio. Son parecidas a cada uno de los segmentos que componían aquel esquema mental que hice de mis traumas, que también dibujé en un papel y que creo haber perdido. O estará en algún bolsillo, quién sabe. Por suerte no lo firmé, así que si alguien lo encontrase, mi vergüenza no se vería agudizada, ni tampoco mi pudor. Tengo también libretas, pero en ellas me reservo a divagar, a escupir lo que mis dedos sienten, a releer sin sentido porque no entiendo los conceptos ni la letra. Esos son mis cuadernos, alguno es mi favorito, pero todos están dispuestos a abrazarme cuando más los necesito, cuando menos los entiendo. Pero las notitas son diferentes. Ellas tienen una función, es como si tuviesen vida por si solas. Yo no las controlo. Una vez que salen de mi mente desaparecen, y por eso las coloco en sitios estratégicos, para que cumplan su función, para que me den pequeños pellizcos de verdad inútil, para no abandonar jamás esos rincones y encontrarlas una y otra vez para no hacerles caso. Esa es su función. Estar ahí, no hacer nada. Recordarme a diario lo que quiero y necesito, y ni hago ni preciso. Duran a penas unos segundos, los que tardo en leerlas, los que tardo en no entender nada, los que tardo en volver a guardarlas. 

Así funcionan las notitas, así funciona mi memoria, así funcionan mis palabras, así funciona mi vida entera.


Una notita


Un corazón


Un pensamiento


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