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Ese fue el manuscrito que encontré entre la basura de Soledad, poco antes de partir. Fue el 14 de Noviembre de 1964. Me quedé con todas sus cosas porque me encanta revolver entre las pertenencias de los demás. Y las suyas estaban cubiertas de tristeza y lágrimas. Eso hacía que me gustase más. Todo olía a viejo, recubierto de un aura propia del jardín de la señorita Havisham. Todo me pertenecía en cierta forma, lo sentía parte de mí. Era mío. Yo me introduje tanto en su ambiente que no sólo imaginé su muerte, sino que la llevé a cabo. Yo la maté. Yo llené todo de viejos árboles, hojas secas, baldosas rotas, espejos manchados, piel seca. Soledad era mi alma, y yo la maté. Pero esa es otra historia. La historia de hoy es la del manuscrito que Soledad dejó en su basura, el que yo encontré, del que ya no tengo nada más que contar.
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