lunes, noviembre 26, 2012

Me molesta estar tan cuerda como para darme cuenta de mi locura



Era un Viernes por la noche cuando Elizabeth volvía del Show del Horror. 

Entonces apareció en sus entrañas una terrible necesidad de preguntarle al conductor de ese mugroso taxi al que se acababa de subir una cuestión no menos mugrosa. Al principio dudó, dijo: “Pensará que estoy loca”, pero luego se respondió: “no pasa nada porque probablemente será lo más sensato que le pase esta noche”. Entonces preguntó al taxista si creía en las almas gemelas. Le dijo que no. El esquema de la conversación fue así:


Elizabeth - ¿Usted cree en las almas gemelas?
Taxista - No.

Lo cierto es que esa respuesta fue un placer para Elizabeth. Le hizo retorcerse en su cabezonería, en su enfermiza tendencia a disfrutar de los contra. Fue sumamente feliz en ese instante. Y lo fue porque pensaba exactamente lo contrario. Fue porque conocía a la perfección la tragedia de la vida, y no porque la viviese, sino porque la inventaba a diario. Elizabeth era joven y trágica, y se divertía con ello. Era su pasión, su fantasía, sus carcajadas. El drama rutinario que añadía emoción a la vida de todos, a la vida de nadie. Se reía de las desgracias y disfrutaba viendo sangre y muerte por todas partes. Hay que decir, ¿qué pasa cuando la vida se convierte en un aburrimiento tan crónico que hasta la muerte es divertida? Es algo preocupante, y eso también se lo había preguntado a muchos taxistas. Pero ninguna respuesta fue elocuente, ni siquiera sencillamente simpática. Todas fueron patéticas y aburridas, siempre buscando algo de metafísica en la simplicidad. Elizabeth no disfrutaba del dolor, sino de la tragicomedia propia de la naturaleza humana. “El dolor es intrínseco a nuestra existencia” se decía a diario. El amor, la diversión, el drama, en cambio, no. Eso era algo puramente mágico. Magia y placer. Así que ¿porqué no vivir la tragedia? ¿Porque no escoger la locura de la vida como algo bonito por lo que seguir viviendo? ¿Porque no escoger desde la cordura, la insensatez de una vida no-vivida-por-vivir, que muchos no se atreven a vivir? A Elizabeth le divertían las preguntas y las respuestas, y mientras se reía de su desgracia, estaba preparando otras tantas para el próximo taxi que la lleve a su casa.






jueves, noviembre 22, 2012

Mem - phis - Blues



"Memphis Blues.

Mem - phis - Blues.

Tres sílabas, tres sonidos. Recuerdo perfectamente la noche que le conocí. Que lo escuché por primera vez. Fue como si un balazo atravesase mi corazón y mis entrañas y destruyese todo lo que hasta ahora me mantenía respirando y con los pies hacia abajo. Memphis Blues, el hombre que me devoró con su dolor, que me abofeteó con el mío. Tenía la piel tan curtida por el sol como el cuero que su familia secó durante generaciones enteras al sol de Nebraska. Sus dedos se movían con tal prodigio que todo su físico se volvía hipnotizante, como una droga, sobre todo por la firmeza de su rostro, su inamovible cabeza, sus ojos de amor y ruptura, los ojos de un sufrimiento que nunca había visto. Me recordó a aquel libro que leí una vez, donde decía cómo se siente uno al contemplar delante suyo la pura y estática felicidad de la existencia. Yo contemplaba mi existencia cuando le veía, cuando le escuchaba.

Memphis Blues.

Mem - phis - Blues.

Musicaba la poesía, o poetizaba la música. Poetizaba mi vida. No sé qué es lo que Memphis Blues tenía en sus propósitos. Lo imaginaba cruzando de Este a Oeste en un tren vacío, con su armónica, retorciéndose de dolor, viviendo como un vagabundo de la filosofía y el sufrimiento. Me imaginaba subiéndome a ese tren con él, preguntándole millones de preguntas sobre la vida, rogándole que me enseñe a vivir y a cantar, a entender el dolor, a sufrir con él. Empecé a obsesionarme con su voz y sus versos, y cada noche me develaba pensando en la metafísica de sus heridas, que eran a su vez, sus palabras. Todo era dolor. Todo era placer. Memphis Blues murió de cirrosis, a los 46 años de edad. El día de su muerte fue mi cumpleaños número 21. A partir de ahí, empecé a cumplir de cero. Empecé a vivir de cero. Sin entender el mundo, sin entender la muerte, sin entender el dolor. Sin entender mis reyes o reinas, sus padres o dioses, sin entender porqué Memphis Blues abandonó este planeta y me dejó doblándome en el pasado, sin gloria ni piedad, sin lágrimas, y con el Blues a mis espaldas. Torciéndome en su dolor.

Memphis Blues. 

Mem - 
phis - 
Blues."

martes, noviembre 20, 2012

Instrucciones para la memoria: Breve comentario



Voy dejando pequeñas notitas de papel en todas partes. En cada recoveco de mi habitación, en cada bolsillo. No creo que mi mente llegue a fallar de tal manera como para justificarlas, pero mi físico las necesita para reforzar sus pasos. Para volver o para seguir. Qué importa. Cada una de estas notas se compone de frases cortas, breves, memorándums de algún desquicio. Son parecidas a cada uno de los segmentos que componían aquel esquema mental que hice de mis traumas, que también dibujé en un papel y que creo haber perdido. O estará en algún bolsillo, quién sabe. Por suerte no lo firmé, así que si alguien lo encontrase, mi vergüenza no se vería agudizada, ni tampoco mi pudor. Tengo también libretas, pero en ellas me reservo a divagar, a escupir lo que mis dedos sienten, a releer sin sentido porque no entiendo los conceptos ni la letra. Esos son mis cuadernos, alguno es mi favorito, pero todos están dispuestos a abrazarme cuando más los necesito, cuando menos los entiendo. Pero las notitas son diferentes. Ellas tienen una función, es como si tuviesen vida por si solas. Yo no las controlo. Una vez que salen de mi mente desaparecen, y por eso las coloco en sitios estratégicos, para que cumplan su función, para que me den pequeños pellizcos de verdad inútil, para no abandonar jamás esos rincones y encontrarlas una y otra vez para no hacerles caso. Esa es su función. Estar ahí, no hacer nada. Recordarme a diario lo que quiero y necesito, y ni hago ni preciso. Duran a penas unos segundos, los que tardo en leerlas, los que tardo en no entender nada, los que tardo en volver a guardarlas. 

Así funcionan las notitas, así funciona mi memoria, así funcionan mis palabras, así funciona mi vida entera.


Una notita


Un corazón


Un pensamiento