martes, noviembre 16, 2010

Llevo dos días con un abrigo de leopardo puesto

“ Llevo dos días con un abrigo de leopardo puesto. Esto es a lo único que me aferro últimamente. Cuando tenía 8 años aproximadamente, tuve algo similar a una gastroenteritis bastante espantosa, sobre todo para mí que era la enferma. Cuando me estaba recuperando, Susi, la amiga de mis “papás” me llamó por teléfono y me dijo: “Tengo un regalo para ti. Un gato”. Lo primero que pensé fue que si era un gato blanco, lo odiaría (todos sabemos que los gatos blancos son extraños). Por cordialidad más bien no me negué a ese tipo de agasajo: un ser vivo. Un par de días después sucedió. Yo llevaba puesto un pijama de Mickey Mouse a rayas naranjas. La puerta del patio se abrió, era de cristal pero difuminado, así que no pude ver al felino acercarse.  Susi apareció tras un brusco deslizamiento y llevaba en brazos a aquella cosa, el gato. No era blanco, ni mucho menos: negro y gris, a rayas como un tigre. Me quede impactada. Llegué a tener dieciséis gatos durante mi infancia* pero ninguno era como él. Recuerdo como nos miramos sin mediar palabra, y el resto ya es sabido. Primero le llame Elio, pero no le gustó ese nombre. Luego Octavio, pero sonaba más que anticuado. Llevó ese seudónimo durante largo tiempo,  mi  padre hasta le hizo un cajón-cama con su nombre pintado en color violeta. Pero seguía todo sin cuadrar. Finalmente, la idea de “Po” gustaba pero no era del todo especial y adecuada. Todo se encamino hacia la genialidad: el tratamiento de Sr. fue lógico y consecuente de su naturaleza, de su andar de pantera, su nariz ancha y su dominio frente a las otras gatas. Así conocí al Sr. Po.

Quizás me he comprado este abrigo por el Sr.Po, o por simple capricho. La cuestión es que todos estos barcos llegaron a mi puerto.  Lo llevo puesto con el pijama por debajo porque soy una neurótica y me pregunto si los felinos cambian o no las vidas, para siempre, por un par de horas, minutos o segundos. La cuestión es que algo cambie una vida. Creo firmemente que la falta de significado en las cosas hace que las personas creen su propio sentido. Olvidaré lo de los felinos, vosotros utilizaréis vuestra propia metáfora. Todo va de recuerdos y las  imágenes que tenemos de ellos. Los míos son en blanco y negro y anticuados y espero que la gente los adorne como yo. Constantemente en cambio, constantemente me cambian. En realidad ni sabemos qué es lo que cambiamos. Todo lo que estuvo en las tinieblas sale a la luz. Y todo lo que está en la luz, estará en las tinieblas.


*Kissy Kissy de The Kills, aunque podría perfectamente llamarse Kitty Kitty





















"Mi gato nunca se ríe o se lamenta, siempre está razonando." (Miguel de Unamuno)

*Datos correspondientes a un periodo de tiempo determinado (**)
**Sí, dieciséis gatos a la vez.

2 comentarios:

  1. A Sofi le gustan los felinos, sobre todo cuando sus amigas delirantes los dibujan con camisa de cuadros.

    ResponderEliminar
  2. A mi gata no le gustan las puertas cerradas, las rasca desesperadamente con la intención de volver a donde estaba, a no ser que le abras una ventana, entonces se dirige hacia ella para descubrir un mundo nuevo y se olvida de la puerta cerrada, no aferrarse a las puertas que ya están cerradas y depositar tu confianza en la ventana que se abre... me parece una buena filosofía, y eso que nuestros amigos felinos no entienden de dichos, cuan sabios son... :)

    ResponderEliminar