viernes, junio 17, 2011

El del señor del bigote

Sophie tenía preparado en su desktop, o más bien, en su escritorio de madera oscura, repleto de libros y discursos por leer, así como personas por amar, un bello y mediocre relato sobre unos puntos suspensivos que malgasté alguna vez.
Pero hoy no escribiré. No quiero. Os dejo con un dibujo que hice mientras escuchaba esta canción, que demanda ser cuasi juzgado y que me he atrevido personalmente a titular porque fui yo quien lo hizo: 

"Aquello que Sophie piensa que son las grandes mentes humanas"





sábado, junio 11, 2011

Réquiem de una tarde sin oído derecho


Recordé aquella etapa lejana sumergida en la metafísica y la ilusión de la eternidad del espíritu, cuando coincidía a propósito con las mentes que me deslumbraban creando la casualidad del mundo, la suerte y el destino. Soñaba con personas que jamás conocí y que mi subconsciente inventaba para justificar una ilusión consciente y despierta. Me escondía debajo de la cama para empujar los sueños hacia arriba y más de una vez no lo logré, me esforzaba más que ahora quizás. Los años duelen y el cuerpo también.


Recordé también aquella amiga que me despertó, que me sacó a la calle y que me dijo: “mira, la casualidad está allí. Llámala.” Siempre le agradeceré a la chica del pelo rubio, siempre tendrá mi lealtad. Pero la casualidad no ha evitado que siga sufriendo ataques de pánico, que los desajustes me trasladen a un mundo desesperante lleno de espirales donde yo misma me enredo, y donde allí no existe la consecución: tan sólo hay fatalidad. Fatalidad en lo simple y llano, en las almas que poco me importan y todo me influyen, en las profundidades de lo vacío... Tengo ansiedad y sed, me sigue doliendo el cuerpo y sólo funciona mi oído izquierdo.

Recordé más tarde las manos de la verdad que pusieron delante de mi, camufladas con papel y letra, pero fácilmente reconocibles. Trajo consigo un lago, una ciudad pequeña con canales y paseos, un dragón... y miles de tardes perdidas al sol. Mientras recuerdo, logro sentarme en unas plateas con asientos de madera oscura y tapiz borgoña, con los ojos abiertísimos y pestañas cósmicas, y me dispongo a ver mi propia vida en escena, me vuelvo espectadora de personajes primarios, secundarios e invisibles, de los inicios, intermedios y finales. Me gusta leerme y buscar los significados que yo misma creo.
Recordé... 
Todos y cada uno de los momentos malos porque me gusta repasarlos. Visioné los que vendrán, pero no logré alcanzarlos. Tampoco me importa. Me encanta cuando empieza la fusión, y cuando acaba, porque vuelve a empezar.